La gente muchas veces se pregunta: “¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida?”, y lo hace con mucha sinceridad, incluso, muchas veces, con ansiedad. El razonamiento es claro y sencillo: si Dios tiene una voluntad y un propósito para nuestras vidas, es evidente que Él querrá revelárnoslos y debería ser bien claro, para que entendamos algo tan crucial que Él mismo determinó. Debería ser algo fácil de entender, pues Dios no estará jugando a las escondidas ni a los acertijos en cuestiones tan elementales de la vida.
Si Dios nos revela su voluntad, ¿Cuál sería la fuente de esa revelación? Sencillo, la Biblia, su Palabra. De hecho, ahí se revela claramente su voluntad.
La primera voluntad de Dios es que la gente lo conozca y se salve. Leamos, para entender, tres versículos claves en el libro de Juan, que es el evangelio que revela a Jesús como Dios hecho hombre: Juan 6.39-40 y 17.3). Allí encontramos que “de todos los que se acercan a Dios, no se pierda nadie” y “que todo aquel que ve al hijo y cree en Él tenga vida eterna”, y el 17.3 dice que: “Esta es la vida eterna; que te conozcan a ti (Dios) y a Jesucristo”. Todo esto lo escribió el apóstol Juan por revelación del Espíritu Santo.
Ahora veamos qué escribe el apóstol Pablo por la misma revelación a su discípulo Timoteo: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2.3-). Conclusión, Dios quiere que la gente se salve.
Si usted es una persona que hace alguna que otra oración, asiste de vez en cuando a un culto religioso, conoce algo, poco o casi nada de la Biblia, y aún no se ha arrodillado a rendirse a los pies de Cristo arrepentido de sus pecados, dependiendo de Dios, amándolo, estudiando su palabra y comprometiéndose con Él verdaderamente; aún no ha, ni siquiera, llegado al principio de su voluntad y no hay nada más que Dios pueda decirle, a no ser que dé este paso: entregarle su vida a Él.
Una vez que somos salvos, Jesús nos dice en Juan 10.4 algo que ocurre una vez que verdaderamente le rendimos nuestra vida: “Y cuando ha sacado fuera todas las propias (las ovejas), va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”.
Para Dios, una persona sin Cristo es un extraño y no está en su voluntad. Miremos lo que Jesús dice en Marcos 3.31-35, donde afirma que aquel que hace su voluntad, “ese es su madre, su padre y sus hermanos”. Este es el vínculo que tiene para con Dios alguien que ha rendido su vida a Cristo. Somos su sangre, su ADN espiritual, la misma esencia.
La voluntad primaria y básica de Dios es que seamos salvos. Dios quiere que la gente se salve y nosotros somos los mensajeros de ese mensaje de salvación. Entonces, acá ya encontramos dos aspectos de su voluntad: Primero, que seamos salvos y, segundo, que hablemos de esa salvación a otros. ¿Lo estás haciendo? Si no haces eso, ¿Cómo avanzar al siguiente paso? Algunos podrían decir: “Sí, yo ya sé eso, pero aún necesito más”. Perfecto, pero te pregunto yo a vos: “Lo sabes, pero, ¿lo estás haciendo realmente?”. No tomes a la ligera esto, piensa bien y analízate si realmente lo estás haciendo.
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