Revisar lo que llamamos el árbol familiar puede ser simplemente una inquietud para conocer de dónde venimos y ver quiénes fueron nuestros antepasados o también puede ser algo terapéutico. Desde este último objetivo, la tarea de armar nuestra red parental pasa a ser un estudio de la psicogenealogía, una disciplina que toma la información de varias generaciones, no como datos simplemente genealógicos, sino para observar los movimientos del inconsciente familiar, donde radican el origen de los conflictos y problemas vitales.
“Para empezar a armar el árbol genealógico, se usa una hoja muy grande y hay que comenzar por abajo y a partir de la foto de la persona que consulta se van remontando las ramas, con los padres, los abuelos, bisabuelos, hasta donde se llegue. Y al lado los hermanos, los primos, la pareja, y por abajo los hijos, y los hijos de los hijos”, propone Estela Kucan (UBA – Registro 9717), especialista en educación, psicología clínica y psicogenealogía.
La psicogenealogía asume que los conflictos, los bloqueos y las dificultades son el fruto de los acontecimientos en la historia de la vida de nuestros antepasados, los traumas experimentados por ellos y que, mal elaborados, se transmiten de generación en generación. Es decir que no solo se hereda una genética, sino también comportamientos psicológicos, emocionales, materiales y sexuales, que forman parte de la psiquis familiar.
“El recorrer el camino de luces y sombras que todas las familias tienen nos lleva a apropiarnos de la identidad, “la marca en el orillo”, podríamos decir. Ir al rescate de las historias de vida de nuestros ancestros nos abre una ventana al entendimiento y la empatía, a la posibilidad de elegir con qué partes de nuestro árbol nos identificamos y cuáles dejamos atrás y las superamos, porque repetirlas tal vez nos resta libertad y hasta nos enferma.”, remarca la especialista.
Al buscar en el árbol genealógico, se pueden identificar secretos, traumas, situaciones que no estaban bien vividas, sueños que no se realizaron y que la persona sigue llevando como peso, y que nos paralizan. Cuando un paciente llega para recibir atención, ya trae una demanda, una incomodidad, una situación que le está obstruyendo la vida.
“Es ir del presente al pasado, pero al volver al presente lo hacemos llenos de explicaciones que nos permiten entender. Ver claramente quiénes somos, cómo somos, por qué actuamos de determinada manera y hasta podemos saber por qué nos pasan ciertas cosas”, asegura la experta.
Este viaje a través de las generaciones nos ubica en una nueva dimensión: la de ser un eslabón entre el pasado y el futuro. Tener conciencia de esa condición nos hace responsables de limpiar las partes enfermas del árbol genealógico para mejorar sus frutos y cuidar los buenos.
Según Kucan, sanear y proyectarse sin tantas trabas se logra dejando de seguir ese impulso inconsciente a repetir –queriéndolo o no– situaciones dolorosas, tristes o reprobables de nuestros ancestros. Y por otra parte tomando el ejemplo de aquellos que fueron maestros y nos antecedieron. Puede ser un primer paso en la dirección correcta y una nueva forma de vernos a nosotros mismos.
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